Literatura bolivianaLiteratura boliviana


Literatura boliviana

La historia de la literatura boliviana ha estado marcada sobre todo por el contexto social y político y por los diversos acontecimientos que han marcado la historia del país.

Ya en el siglo XIX, los poetas modernistas dejaron un rico legado a este joven país. Entre los nombres a recordar están Franz Tamayo, Gregorio Reynolds y Ricardo Jaimes Freyre. Algunas colecciones también están disponibles en francés.

En el siglo XX, la escritura se volvió cada vez más política; los escritores Oscar Cerruto (Torrente de fuego en 1935) y Augusto Céspedes (El pozo en 1936) relatan la Guerra del Carbón, y tras la muerte del Che Guevara en 1967, comenzaron a surgir obras como Los Fundadores del Alba, de Renato Prada Oropeza, que tenían una clara orientación política. Pero con las dictaduras de los años 70 y 80, los autores subversivos fueron silenciados en gran medida, y toda la producción literaria fue frenada por el poder político.  Desde finales de los años 60, la escritura boliviana ha sido, por lo tanto, más ficción que otra cosa.

Además, desde principios del siglo XX, los escritores se dirigieron cada vez más a un público indígena: entre otros, podemos citar La misk'isimi (en quechua, "labios dulces"), de Adolfa Costa du Rels. Pero la literatura boliviana ha ganado sus cartas de nobleza con Yolanda Bedregal. Este poeta, novelista y escultor también ha escrito relatos, y ha producido más de 16 libros, incluyendo poesía, novelas, antologías, sin mencionar las numerosas publicaciones de relatos para niños y otros mitos y folclore de las culturas aymara y quechua. Reconocida internacionalmente con la concesión de varias distinciones internacionales, recibió, por ejemplo, el título de Dama de América por el Consejo Nacional de los Derechos de la Mujer de México, y fue llamada "Yolanda de América" por la Sociedad de Autores Argentinos.

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